De lo nuevo que aun no seduce... ou do novo que ainda não seduz

Rute Rosas UP- FBAUP e Enric Tormo Ballester UB

Membros do i2ADS - Instituto de Investigação em em Arte, Design e Sociedade

Outubro, 2017

 

Como no podía ser de otra manera hablar de la seducción significa entrar en los aspectos menos racionales del ser humano para adentrarnos en el terreno puramente sensible y posiblemente enfrentarnos a los vestigios primigenios de nuestra existencia. Es por ello que se considera que un buen método de aproximación al tema sólo se puede hacer desde la duda, la interrogación, desde la circunstancia. Así, sobre una estructura de interrogantes, se pretende bosquejar cuales son los requisitos, las condiciones y los contenidos de una posible definición de la seducción. 

Em Jean Baudrillard a palavra sedução remete diretamente para o seu significado original: seducere, se-ducer embora nos oriente para a ideia de um desvio de valor simbólico, da identidade e representação. Entende-se, essencialmente, como um deslocamento, desconstrução da relação sujeito/objeto, causa/efeito, atuando nas nossa vidas como um poderoso crime original. 

Deberemos empezar por plantearnos 

porque é que precisa de ser seduzido?” 

La propia formulación de la primera pregunta ya señala un posicionamiento de los autores con respecto al punto de observación. Lo propio hubiera sido partir de un genérico, o un estado ambiguo. Pero, por el contrario, se establece una posición pasiva, no activa con respecto al hecho de la seducción. Ello nos llevaría a pensar que existe en el ambiente, en nuestro escenario de vida un algo que flota en el aire que nos contamina y nos transforma para la 

consecución de alguna cosa o simplemente porqué, para ser vivos y vividos debemos incorporar en nuestro entorno emocional, quizá subjetivo, un estado de actitud positiva hacia este mismo entorno. En cualquier caso, lo que parece claro es que nos hallamos frente a un proceso de comunicación básico donde por acción o por pasividad, somos capaces de alterar algunos de los resortes emocionales de los que disfrutamos. 

Ser seduzidos ou seduzir são as duas faces de uma mesma moeda, que se auto-alimentam até ao ponto em que pode acontecer que o processo acabe por formular a sedução da própria sedução. 

Na mesma linha de pensamento, deve-se considerar que os processos de sedução são a base tanto do nosso relacionamento com nossos companheiros quanto com os ambientes em que vivemos. 

Por tradición cultural o simplemente por ser seres biológicos hemos considerado que podemos establecer distintos gradientes en la calidad de la seducción: la básica que se corresponde a ese impulso de carácter sensorial íntimamente ligado a la sexualidad y quizá al amor, que ha permitido la sucesión de generaciones y el evolucionismo de las especies; hasta aquellos donde la mística o la trascendencia han permitido apostar por una “poiesis” que debía ser traducida a un sistema racional de las sensualidades. 

Ser seduzido ou seduzir não é o mesmo. O seduzido é aquele a quem a liberdade é limitada à capacidade de reagir e, em última análise, condiciona as possíveis respostas, possíveis aos estímulos recebidos. O que seduz, também denominado de sedutor, é aquele que estabelece uma série de estratégias e comportamentos para capturar e controlar a vontade dos outros. Note-se que o seduzido tem sempre uma certa consideração lamentável, enquanto que do sedutor se supõe, geralmente, uma atitude moralmente reprovável, reconhecendo as suas aptidões e algum brilho ou brio de admiração. 

Así pues, la segunda pregunta en consecuencia con lo expuesto, nos inquiere “¿para integrar me a la sociedad?” 

Los procesos de seducción siempre son artes de comunicación. Es claro, como anuncia Sebastián Serrano, que la seducción es aquella parte de la relación entre seres destinada a la perpetuación de la especie y por lo tanto es el nivel más básico de los instintos, el estadio más primitivo e irracional de nosotros mismos. 

Por otra parte, hemos de asumir que el hombre en su humanidad pretende simplemente ser en esencia artificial. La técnica, el lenguaje, las artes… atienden directamente al distanciamiento progresivo, pero no gradual, del entorno natural. Podríamos decir que tanta es nuestra tenacidad en no ser naturales que vivimos bajo la ley del máximo esfuerzo, mientras que la naturaleza se rige justamente, por lo contrario. Así nuestra existencia, vive bajo una constante esquizofrenia entre aquello que resta de natural en nosotros, poco, y aquello que nos hace sociales. Hegel nos marcaba que nosotros somos dos en uno: una parte de racional, científica y controlada, obviamente ligada a los procesos del lenguaje con la consecuente jerarquización de saberes y sentimiento; frente a otra de intuitiva, irracional y descontrolada heredera de los estadios primigenios. Por no hablar de Nietzsche… 

Así en nuestro vivir disponemos de dos plataformas sobre las que asentar el devenir. Gracias a la cultura y la educación, normalizamos todos nuestros comportamientos de relación. Hemos logrado asentarnos en sociedades regidas por el orden y reglamentada por la norma, donde salirse en exceso de ella supone una rápida desaparición del entorno de relaciones. 

Pero lo curioso del caso es que este tipo de restricciones solo vienen motivadas por la imposibilidad de anular el instinto, ese que nos obliga, queramos o no, a ser seres sociales. Todos nuestros actos, desde los más rutinarios hasta los más sublimes se basan en la búsqueda del dominio emocional de los otros. Todos y cada uno de los actos que realizamos a lo largo dela vida no son más que intentos de agradar a los otros, agradarnos a nosotros mismos y en definitiva a seducir a nuestros congéneres. Nuestra vida simplemente es un cortejo continuo. Una adaptación a las circunstancias bajo tensión emotiva y emocional. 

Seremos sociales en cuanto seamos capaces de agradar y emocionar. 

Por ello podemos formular una tercera pregunta: 

porque ainda nos é desconhecido?

La respuesta a tal pregunta viene implícita en la argumentación del anterior apartado. La seducción nos es desconocida porque su lugar esta fuera de la razón y alejada de la normativización social. Somos capaces de reconocerla, de ejecutarla e incluso de gozarla, pero quedamos impotentes ante su existencia y su actuación. Al perder el contacto con la naturaleza hemos olvidado que existen aspectos trascendentes que no pueden ser objetivados y que cuando lo son, nos llevan a los mas absolutos desastre. Quizá sería el momento de recordar al triste Tristán que por un brebaje y un accidente de uso quedó marcado para toda la vida bajo la tiranía de un deseo que lo condujo a los más funestos padecimientos. En definitiva, es el anuncio de la lucha entre la locura de la apetencia, siempre irracional y la cordura de la obligación y del honor. 

Ello nos indica que sería posible en realidad controlar este instinto que nos lleva a la pérdida del control de las emociones. Si existen filtros amorosos, si la literatura y la experiencia vivencial nos indican que con determinados compuestos químicos somos capaces de alterar nuestras apetencias mas primigenias, quiere decir que quizá todo ello no es más un juego de combinaciones químicas. 

Todos nós usamos a expressão "não há química" para anunciar aos quatro ventos que não há possibilidade de uma relação entre duas ou mais pessoas. 

Conhecer os mecanismos da sedução cancelaria, definitivamente, a possibilidade da existência da liberdade. Isso implicaria o estabelecimento de um campo racional, descritivo e organizado que assegurasse o sucesso nas relações, sejam elas pessoais, sociais ou físicas e naturais. 

En definitiva, anularíamos la posibilidad de la existencia de la poesía como medio de adquisición, no sé si de conocimiento o bien de la circunstancia. 

Por otra parte, caldría considerar que los procesos de seducción son los que nos permiten emocionalmente, continuar siendo humanos. Son aquellos que paradójicamente nos debilitan y nos hacen fuertes. Son los que nos garantizan la capacidad de adaptación y nos permiten continuar siendo analógicos asentados en la representación. Porque claro: ¿quién imagina un robot digital o una computadora enamorándose o siendo seducido por otro del mismo modelo o superior? ¿podemos imaginar qué pasará cuando la nevera inteligente se “pirre” o se fugue con el lavaplatos? 

Seguimos el camino y en consecuencia nos planteamos una cuarta pregunta: ¿por falta de cultura o por desconocimiento científico? 

Consideramos que ambos aspectos influyen en esa percepción del desconocimiento genérico de su existencia porque en definitiva su propia presencia se debe a su completo desconocimiento funcional. Quizá fuera interesante recordar aquí que hace unos pocos años, alguien muy tecnificado, pretendió elaborar un programa informático destinado a la composición de grandes éxitos musicales. La hipótesis era buena: “si parametrizamos todos los aspectos que han condicionados los grandes éxitos hasta el momento, indefectiblemente se pueden lograr composiciones de éxito”. Obviamente el proyecto fracasó totalmente. Alguien despreció lo más evidente: Que los éxitos se logran por la irracionalidad y no por la sensatez. 

Lo emotivo, lo es un cuanto su existencia es simplemente intuida. Podríamos decir que es el escenario, el lugar que acolcha un sentimiento, un apetito. Así la intuición nos indica un camino por el cual se debe circular y definirse un objetivo de manera que solo quede la elaboración de estrategias pertinentes para discurrir por el sendero. 

Para estabelecer tais situações, é necessário ter uma ampla experiência pessoal ou vivêncial, elaborada a partir da experiência e não do momento de interesse. Estamos nos espaços mais escondidos de nossa psique e apenas referenciados a si mesmos. Não podemos exportar ou transferir qualquer sentimento. Podemos anunciá-lo, podemos descrevê-lo, podemos até formalizá-lo teoricamente, mas em nenhum caso pode ser experimentado por outro. Assim, somos nós mesmos, únicos no existente e no sentimento – privado e íntimo. 

Por outro lado, devemos considerar a base de todos os conhecimentos, na medida em que pode ser anunciado verbalmente e organizado por uma sintaxe clara e concisa que dê uma organização interna, es decir, disponer de una organización y expresión modélica. Ello si contrapone directamente a los estadios intuitivos, irracionales e instintivos, que lo son porque no dependen de ningún factor externo que los defina como en el caso anterior. Aquí es donde puede nacer la “poiesis” en su más pura esencia, aquella que asegura la generación, el nacimiento o la floración de un estado intermedio entre lo racional y aquello que no lo es. 

Poderíamos dizer, parafraseando Wittgenstein, que estamos nessa área, na escuridão da escuridão e na clareza da luz, esse espaço que propõe pequenas concreções, prazeres e luxúria não confirmada. 

Asi pues llegaríamos a la siguiente pregunta 

” porque não sabemos falar sobre ele/a ou com ela/e?” 

Es claro que no sabemos o no podemos hablar de la seducción de manera franca y abierta por lo que acabamos de anunciar. Escapa a las competencias lingüísticas y solo se instala en los entornos de la experiencia y de la acción. ¿Cómo explicar un apetito?, ¿cómo determinar los límites entre los sentidos y lo hecho? Imposible, quizá mejor sería ponderar y proponer una aproximación a la circunstancia. 

Retomando aquello comentado en un principio, podríamos formular algo así como distintas cualidades en la seducción. Podríamos empezar por comprobar cómo los diferentes sinónimos que nos plantea la palabra disfrutan casi todos de una atribución reflexiva/transitiva, así: atracción, incitación, persuasión, fascinación sugestión, etc. Expresiones y palabras que por ellas solas ya nos marcan un terreno donde debe producirse un cambio de estado, una trasformación que transita de un estado, digamos fijo y señalado, a otro, que, sin ser anunciado, presupone una alteración positiva para el propio ser. 

Ello nos llevaría a considerar la posibilidad que todo el proceso está presidido por un valor utópico donde la intención de la mejoría de la circunstancia es el motor del comportamiento. 

Con tales referentes podemos considerar la existencia de, cómo mínimo, tres campos claros de actuación. Uno quizá el más básico, es aquel que hace referencia al entorno biológico y que nos centra en la atracción sensorial, que a la corta o a la larga, se vincula directamente con la sexualidad, la capacidad de reproducción y que en definitiva asegura la permanencia de las especies y su evolución. Este se caracteriza por la incapacidad de control que opera sobre los individuos, ya sean humanos o no y que condicionan una apreciación social de carácter peyorativa. No reproduciremos aquí las expresiones vulgares utilizadas comúnmente cuando alguien está atascado en un comportamiento de ese tipo. Todos las tenemos en mente. Podríamos considerar un segundo gradiente seductivo, aquel que se correspondería a esa 

necesidad de agradar socialmente y que normalmente se traduce en una serie de comportamientos de carácter cortesano que aseguren al que los practica una estima social. Así ese reconocimiento popular, que provoca un aumento de la autoestima a aquel que lo practica, refuerza los lazos entre congéneres hasta trasformar cualquier acción en modélica. Tendríamos todavía un tercer estadio directamente vinculado con el entorno económico y que se sintetiza en la acción de provocar apetencias hacia el consumo. Nos referimos a las estrategias utilizadas en la publicidad donde se trata de seducir al comprador para incentivar su deseo de compra y uso de los productos puestos en el mercado. Se debe crear la apetencia para su consumo, desde lo más insignificante hasta los más complejo y elitista. Claramente la publicidad juega con la creación de deseos mediante la manipulación de los instintos más básicos y crea un entorno en el cual lo importante es la proyección emocional mas allá de lo esperado, de manera que exista una autocomplacencia que motive un nuevo estado de deseo, y entrar en una rueda de constante retorno. 

Esos juegos basados en los procesos de seducción tienen una triste consecuencia en nuestra sociedad, que, llegada al límite de lo esperado en sociedades anteriores, se define como “post” todo, incluso como la sociedad” la “postverdad”. Perdiendo así la capacidad de seducir y ser seducidos por un futuro. La realidad es que hemos llegado a este punto porque hemos perdido a los poetas y en lugar de imaginar “utopias” solamente podemos vislumbrar “distopias” 

Ellos nos llevan a la siguiente pregunta: ¿Por qué no lo hemos experimentado nunca o por el materialismo social? 

Es del todo imposible no haber nunca experimento un proceso frenético de seducción amorosa, o simplemente sexual/erótica, ya en la actitud activa como en la pasiva, pues tal como decíamos con anterioridad son dos caras de la misma moneda. Quizá el que mejor lo expresa es Kierkegaard con una célebre frase “La mujer cree ser la conquistada; el hombre, el vencedor. Y con todo, el vencedor se inclina delante de la vencida.” Obviamente hemos de salvar las distancia y olvidar roles tan concretos. Aquí se plantea quien es el seducido y quien es el seductor, o dicho de otra manera, no puede haber el uno sin el otro. La única cualidad del primero con respeto al segundo, reside en que éste debe ser activo y previsivo mientras que el segundo, es pasivo pero estimulante y puede o no ser seducido. El triunfo final del primero será la conquista, el triunfo del segundo será la no seducción, no la derrota sino la inalterabilidad de su estado. 

Si eso lo trasportamos al terreno del arte veremos como el rol del posible seductor debe asumirlo el autor que, mediante la obra, que no deja de ser una materialización puntual de un continuo, provoca la reacción del espectador. Éste puede sentirse seducido, o no. En caso afirmativa aparece el arte en mayúsculas, en el caso contrario, simplemente estaríamos frente a un elemento decorativo. 

Quizá la mejor manera de responder a esta pregunta es continuar con el filósofo. Éste mantenía que la formación de la emoción y del alma humana debía seguir un trayecto de perfeccionamiento que abarcaba tres fases sucesivas, que nos permitiremos el lujo de reinterpretar. Una primera a la que denominaba “estética” se definía por la relación con la forma. Nuestra conciencia solo era sensibilizada por la contemplación del entorno de donde se podían establecer ciertos parámetros concomitantes que ofrecían al final un amplio catálogo morfológico donde se podían inserir algún tipo valor sensorial. Un segundo escalón al que el autor denominaba como “ético” implicaba la superación de la simple plasticidad para encontrar y elaborar algunos de los comportamientos morales vinculados a la propia circunstancia vivencial de los seres humanos. En este punto lo material, lo físico, deja de ser referente, contingente y referente, para ser la base de una elaboración psíquica de la realidad, de manera que cualquiera pueda elaborar un elenco de valores honorables que le permitan organizar un paradigma de relación. En consecuencia, en esta fase se asientan los criterios de valoración de lo no material, la trascendencia de los actos y en definitiva los componentes valorativos de la conducta y relación humana. Como no podía ser de otra manera la tercera fase atiende directamente a aquello que está por encima de todo, la metafísica y la teología. Estadio definitivo del ser humano despegado totalmente de la tierra que lo ha visto nacer. Es el estadio optimo para poderse relacionar con todo aquello que no implica materia. 

Quizá intencionadamente, o no, este esquema se corresponde casi a la perfección con el anteriormente expuesto. No creo que se necesiten más comentarios sobre la coincidencia. 

Seguimos con el ritmo de preguntas y nos queda formular un 

Porquê? 

Aquí la respuesta es simple y rápida. Porque al contrario de lo que pretendía Hegel cuando dijo en su introducción a la Filosofía del Derecho: “Todo lo racional es real, y todo lo real es racional”, la vida va mucho más allá y nos ofrece estadísticamente mas aspectos instintivos, intuitivos e irracionales que los pretendidos por el filosofo. El propio acto de concepción de la vida en general y la humana en particular es fruto de una acción irreflexiva supeditada a la pasión y generalmente a la seducción. 

La artificialidad del hombre nace y radica específicamente en los aspectos materiales/tecnológicos que durante diversos siglos han ido conformando un escenario vital donde lo natural ha sido substituido por sucedáneos que aparentaban una normalidad natural y que a la larga han modificado completamente nuestros resortes naturales. En estos momentos hemos llegado al cénit de tal adulterio. Finalmente hemos logrado crear y empezar a vivir en la “realidad virtual”. Não pode haver maior artifício. Temos os meios e as tecnologias para isso, mas estamos simplesmente no nível do sensível, da estética. Precisamos gerar o resto dos desníveis, éticos e teológicos. Estamos a enfrentar uma renovação completa e total da nossa civilização e cultura. Portanto, devemos refazer um novo caminho com diferentes atributos e paradigmas alternativos. Mas o que nunca podemos esquecer ou desprezar é que, sob tudo isso, existe um substrato animal que é governado por reações não-racionais e que, em última instância, são o motor e o organizador das nossas experiências. 

Con ello llegaríamos a la última pregunta: ¿porque necesitamos una proyección emocional? 

A estas alturas ya deberían haber quedado claros cuáles son los resortes en que nos movemos por la vida. Querámoslo, o no, desde nuestro inicio analógico con dios, no podemos sustraernos a la finalidad última de la existencia que no es otra cosa que la propia existencia y la permanencia como especie en el escenario contingente del planeta. Estamos pensados y diseñados para la trascendencia mediante la sucesión de estados y por lo tanto nuestra misión básica es la de mantenernos fieles a los requisitos biológicos que la naturaleza demanda. 

A sedução é, em última instância, o único meio real para nos mantermos. 

Cual acto de los realizamos esta prefijado por una ansiedad, por un oscuro sentimiento de acceder a espacios, ya sean físicos como morales, todavía no sondados y conocidos. Espacios que en una actitud apriorística señalan un alto grado de satisfacción como recompensa o premio. Todos los esfuerzos realizados, así la compensación idealizada promueve y propone sistema de actuación que por jerarquización organizan nuestra existencia de manera que no seamos letales con nosotros mismos y con nuestros congéneres. 

No queremos terminar esta respuesta y a todo el resto, sin recordar aquella máxima en la generación del conocimiento que nos indica que para la buena comprensión de la realidad debe haber una secuencia de estadios y roles humanos que nos destilen los contenidos del entorno. 

En un principio debe existir una naturaleza, la cual es escrutada por el poeta que mediante la palabra o la forma la sirve al filósofo para ser interpretada y que es tomada por el científico para ser manipulada de manera que el técnico la pueda poner al servicio del hombre. 

Definitivamente, sedução e “poiesis” caminham de mãos dadas, uma implica a outra, implicam-se, a outra envolve o outro, passam de um estado a outro por, ou através de, atos não racionais, intuitivos e, especialmente, sensuais.